tomate_webLos alimentos transgénicos, son aquellos que se han modificado mediante la transferencia de genes que pertenecen a especies no emparentadas usando métodos de ingeniería genética en la búsqueda de características particulares que los mejoren en cuanto a su contenido de proteínas o con la adquisición de características que proporcionen mejores condiciones para su conservación en el mercado, y que de alguna manera ofrezcan una alimentación sana con valores nutricionales ideales.

 

Sin embargo, asociaciones como Greenpeace, que han trabajado por obtener una agricultura beneficiosa para el planeta y para las personas que lo habitan, rechazan rotundamente la liberación de cultivos transgénicos u organismos modificados genéticamente (OMG), por considerarlos como riesgos de contaminación genética. Así mismo, este grupo considera que los alimentos transgénicos amenazan nuestra salud, deterioran el medio ambiente y destruyen la agricultura familiar o sostenible, lo que terminaría agravando el hambre del mundo.

 

Estos dos grandes puntos de vista, la necesidad de obtener más y mejores alimentos y por otro lado, la urgencia de mantener bajo control las modificaciones y el impacto que tienen las actividades humanas en el planeta, entablan una gran polémica dentro del mercado de la alimentación sana en el mundo, derecho fundamental de todo ser humano.

 

 

 

transgenicos1_webEs difícil explicar cómo es un alimento transgénico, tal vez se simplificaría si se dijera que son elaborados en el laboratorio, a diferencia de los alimentos orgánicos que se elaboran en la naturaleza y que pueden distinguirse por su apariencia y sabor “natural” y por su etiqueta que lo certifica orgullosamente como tal. En el alimento transgénico, donde se aplica la ingeniería genética y donde su desarrollo  está  tan cuidadosamente planeado, para el consumidor puede pasar totalmente inadvertido, ya que su apariencia no se ve alterada y por ende no se sabe que su genética ha sido manipulada.

Un ejemplo simple es la comparación entre un jitomate orgánico y uno en el cual se ha suprimido el gen determinante en la producción de etileno. Mientras que el primero tiene un manejo específico desde que el fruto verde o semimaduro es cosechado, transportado y comercializado, el jitomate manipulado genéticamente se mantiene siempre verde desde su cosecha, transporte y almacenaje. Solamente cuando se expone en cámaras de etileno es capaz de madurar, sin que se afecten otras características como el color, tamaño, cantidad de azúcares y vitaminas, etc.

 

Por otro lado, no se ha evaluado los efectos que tendría el cultivo del jitomate transgénico sobre la producción natural de jitomate. Si el cultivo del organismo genéticamente modificado se hace en la región en la cual el mejoramiento clásico del jitomate es una práctica habitual, o en aquellas regiones donde la misma naturaleza se encarga de mantener la diversidad genética de los jitomates y se haga extensivo el cultivo del jitomate transgénico, un posible peligro es la disminución de las capacidades que tenga para poder sortear una sequía mayor a la que se presenta comúnmente, o una variación en la temperatura de unos cuantos grados, la humedad relativa, u otras condiciones que el jitomate “natural” podría sortear sin mayores problemas. Obviamente, para el productor del jitomate transgénico representaría una pérdida cuantiosa y, si existiera un “flujo de genes del transgénico al natural” y una preponderancia del transgénico, los efectos de este cambio sobre la producción de la región, serían devastadores.

 

transgenicos3_webEs deseable entonces que tanto el jitomate transgénico como el orgánico presenten una etiqueta que los identifique como tales. Éste es, al parecer, uno de los muchos problemas que se presentan para ser aprobada la ley que permita la liberación de los cultivos transgénicos. Los alimentos transgénicos son ahora producidos en muchos países e incluso son importados desde el extranjero y en la actualidad existen zonas agrícolas destinadas a estos cultivos con fines de exportación o incluso para el consumo interno de los países que los producen.

 

Son muchos los beneficios que se podrían manejar en los alimentos transgénicos, ya que estos podrían ser útiles: para la salud cuando produjeran alguna proteína o enzima adicional que contribuyan a una dieta saludable o más nutritiva; con fines meramente medicinales o bien que se incluyan características que contribuya a la preservación o de duración de la vida útil del alimento e incrementar la  producción por planta haciendo un mejor uso de las tierras de cultivo con un menor uso de pesticidas en la producción agrícola. Todo esto se ha realizado en la búsqueda por una soberanía alimentaria, ya que el comer alimentos sanos es un derecho humano fundamental, es así como se buscan alternativas biotecnológicas cada día a fin de que la humanidad pueda producir y consumir alimentos sanos, libres de plaguicidas, de hormonas y de antibióticos que no pongan en riesgo su salud o al medio ambiente donde habitamos.

En diciembre del 2000 en Niza, los estados miembros de la Unión Europea, precisaron el “Principio de Precaución” en el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (UE), en su artículo 191. Este principio pretende garantizar un alto nivel de protección del medio ambiente mediante tomas de decisión preventiva en caso de riesgo o peligro para la salud humana, animal o vegetal. Se ha dicho que son los gobiernos quienes tienen que  aplicar este “Principio de Precaución” como guía en la toma de decisiones frente a los peligros potenciales de daños irreversibles a la salud por contaminación bacteriana, química o transgénica de los alimentos producidos por país, ya sea para el autoconsumo o la importación o de exportación de los alimentos producidos. En estos casos, el Principio de Precaución solo está justificado si se cumplen las condiciones siguientes: identificación de los efectos potencialmente negativos, evaluación de los datos científicos disponibles y ampliación de la incertidumbre científica.

 

Dentro del derecho a la obtención de alimentos sanos, se han realizado a lo largo de los años muchas tecnologías que han intentado llevar el buen manejo agroecológico de plagas que permiten eliminar el uso de plaguicidas químicos así como el uso innecesario del empleo de cultivos modificados genéticamente, tecnología que ayuda a mantener equilibrado en el suelo los niveles de nutrientes con los minerales esenciales para mantener la nutrición equilibrada de las plantas y que éstas se encuentren menos susceptibles al ataque de insectos y hongos.

 

Otras técnicas, como las de la agricultura orgánica donde se realizan la rotación y asociación de cultivos, la conservación y aumento de los insectos benéficos que controlan biológicamente a las plagas, el empleo de variedades resistentes, el uso de plantas como insecticidas naturales como son el tabaco, ajo y chile, han ayudado a su obtención.

 

En la búsqueda de alimentos sanos se han ido encontrando diferentes alternativas biotecnológicas a lo largo de cientos de años; actividad que principalmente ha estado en manos de agricultores o campesinos, de donde se ha hecho mejoramiento mediante cruzas y observaciones a lo largo de los años, de tal modo que la diversidad ha sido manipulada y que gracias a ello, se han obtenido numerosos cultivos “altamente resistentes” que presentan poliploidias de las cuales, en realidad, poco sabemos. Esta es, a fin de cuentas, una biotecnología en la que de alguna manera sí confiamos.

No debemos olvidar que la diversidad biológica y la tradición cultural en la producción de alimentos deben ser respetadas. Sin embargo, con los avances científicos que se logran día a día, las tradiciones agrícolas se han visto cada vez más alteradas y muchas tradiciones, como la de conservar las semillas y resembrarlas ya no va a ser posible, si se hace uso de tecnología patentada. Particularmente este punto es causa de gran polémica, ya que existe un grupo que no acepta que por hacer el uso de la biotecnología se tenga que pagar lo que implica una patente que “protege la propiedad intelectual” básicamente destinada a corporaciones transnacionales. Por un lado, si bien es un negocio en el cual estas compañías realizan una inversión durante los varios años que requiere la investigación y demandan por consiguiente una retribución para hacer uso de su tecnología y así protegerla, un aspecto que no se debe olvidar es que están trabajando con el alimento del mundo. Mucho hay que investigar para mejorar la agricultura y alguien tiene que cubrir los gastos. Si bien el trabajo de algunas de estas transnacionales han ido en busca de mejoras, esto ha caído en una gran polémica donde la falta de información ha permitido entrar en una gran duda sobre quién debe mantener y controlar toda esa información generada, y hasta donde debe ser explotada lo que ha causado que se entre en una gran debate.

Es conocido que en un intento de mantener el control de sus derechos, mediante la nueva biotecnología se han creado plantas con descendencia no viable. En estos casos, el uso de estos cultivos se mantiene bajo el control de la compañía que lo produce debido a que entre los cambios genéticos que se han realizado, las empresas que las han creado incluyen un gen que causa que sus semillas no sean viables o  más bien estériles. Esta estrategia es conocida como tecnología GURT (por sus siglas en inglés, gene use restriction technology), comúnmente conocidas en la prensa como “tecnología terminator”. Esta manipulación se ha realizado con el fin de mantener el control de la propiedad intelectual y de regular su uso y, en teoría, como un mecanismo de precaución y para no contaminar el ambiente. Sin embargo, esto no ha sido visto con buenos ojos.

 

El uso de este tipo de semillas requiere de otro tipo de manejo, y los pequeños agricultores en países en desarrollo no lo pueden manejar de la misma manera como se habían ido manejando. Cuando se recurre a la biotecnología diseñada por estas empresas, el agricultor no puede continuar con su tradicional método de cultivo utilizando y seleccionando las mejores semillas de la cosecha. Con estos efectos, la “tecnología terminator” se convierte en una aparente amenaza para los campesinos, ya que hace que éstos se conviertan en clientes frecuentes con la compra anual de semilla. También, se hace evidente la intención de las empresas biotecnológicas de no solo mantener el control y proteger su inversión en la investigación y su creación, sino también su interés comercial de lo que han desarrollado.

 

En la actualidad, se requiere ampliar nuestros conocimientos para crear alimentos enriquecidos, libres de patógenos que ataquen al producto así como evitar el uso de plaguicidas, insecticidas, bactericidas que causen toxicidad, tanto a los alimentos como al ambiente en pro de la conservación de las semillas, de la biodiversidad y el daño y riesgo a la salud desde el campesino hasta el consumidor.

Ya hemos llegado a lo que se ha denominado la era de los alimentos transgénicos para el consumo humano, la cual se inició el 18 de mayo de 1994, cuando la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos autorizó la comercialización del primer alimento con un gen extraño, el conocido jitomate Flav-Savr, realizado por la empresa Calgene.

 

En el caso  particular de estos jitomates Flav-Savr, no se encuentra activa la enzima poligalacturonasa, la cual es responsable del ablandamiento y senescencia del fruto lo que hace que los frutos, al recolectarse ya maduros, se comercializan directamente del campo, no como los tomates normales que requieren ser colectados verdes y ser madurados artificialmente en cámaras de etileno antes de su venta, lo que hace incluso que su aroma y sabor sean inferiores al ser madurados de forma artificial.

 

Actualmente hay trabajo sobre la ingeniería genética que implica la obtención de plantas manipuladas genéticamente que se cultivan y se cosechan y que son utilizados como alimento. Los alimentos recombinantes contienen un aditivo derivado de un organismo sometido a ingeniería genética y alimentos que han sido elaborados utilizando un producto auxiliar para el procesamiento, por ejemplo enzimas, que fue creado gracia a las técnicas de la ingeniería genética. Estas nuevas técnicas auguran posibilidades reales de optimizar la producción de alimentos. El método mencionado en el caso de los tomates —cosechados para el consumo directo, sin necesidad de que maduren artificialmente en cámaras— se está aplicando al cultivo de melones, duraznos, plátanos y papayas de mejor sabor, y a flores recién cortadas, cuya duración se prolonga.

 

Más concretamente, la biotecnología influirá positivamente en los siguientes aspectos: mejor calidad de los granos en semilla, mayores niveles de proteínas en los cultivos de forrajes, tolerancia a sequías e inundaciones, tolerancia a sales y metales, tolerancia al frío y al calor.

Así se han obtenido beneficios en otros cultivos como la soya, con alto contenido en ácido oleico del 89% frente al 24% de la soya normal, simplemente con inhibir la síntesis de la enzima oleato desaturasa. Una soya resistente al herbicida glifosfato con una bacteria que codifica la enzima 5 enolpiruvilshikimato-3-fosfato sintetasa, que participa en la síntesis de aminoácidos aromáticos e inhibe al glifosfato.

 

Así mismo, la soya con un gen de la bacteria Bacillus thurigiensis que le permite fabricar una proteína, tóxica para algunos insectos que la perjudican, la misma bacteria se ha trabajado en el maíz la cual lo hace resistente al ataque de insectos contiene un gen que codifica una proteína que tiene acción insecticida al ser capaz de unirse a receptores específicos en el tubo digestivo de determinados insectos, interfiriendo con su proceso de alimentación y causándoles la muerte. La toxina no tiene ningún efecto sobre las personas ni sobre otros animales. La utilización de plantas con genes de resistencia a insectos y herbicidas permite reducir el uso de plaguicidas y conseguir un mayor rendimiento.

 

Otros alimentos son, por ejemplo, el arroz modificado genéticamente para lograr un contenido de hierro y caroteno mejorado. Esto se traduce en una mejor calidad nutricional del arroz. Igualmente, se ha realizado la incorporación de un gen bacteriano en las plantas de papas que aumenta la producción de almidón y reduce el contenido de agua. Particularmente, estas condiciones permiten a este tipo de papa absorber menor cantidad de grasas cuando se fríen. La papaya transgénica con un gen de lectina de campanilla blanca (aglutinina de Galanthus nivalis, GNA) presenta una mejor resistencia a la araña roja (Tetranychus cinnabarinus).

 

En la actualidad ya se explotan comercialmente procesos como la utilización de enzimas para convertir el almidón en productos edulcorantes; obtención de ciertos aromas y sabores; fabricación de jugos de frutas; tomates que mantienen su tersura constante e impiden el proceso de maduración; alimentos fermentados con nuevas texturas; levaduras híbridas y otros avances en la horticultura como petunias de color rosa o bronce y claveles azules; o en la industria como algodón transgénico que produce cápsulas mucho más grandes que las normales y muchos avances biotecnológicos en el cultivo de tejidos vegetales.

Los vegetales transgénicos más importantes para la industria alimentaria son, por el momento, la soya resistente al herbicida glifosato y el maíz resistente al insecto conocido como taladro. Aunque en algunos casos se emplea la harina, la utilización fundamental del maíz en relación con la alimentación humana es la obtención del almidón, y a partir de éste, de glucosa y de fructosa. La soya está destinada a la producción de aceite, lecitina y proteína. En el caso del maíz, mientras que en algunos países, como México, se utiliza básicamente para consumo humano o animal (como ocurre en Argentina), en otros se utiliza como materia prima para el desarrollo de etanol cuyo fin es ser utilizado como combustible de autos.

 

Si bien son grandes los avances en la  biotecnología, éstos deben ser probados  en ambientes confinados, controlados, sin interacción con el medio antes de liberarla al medio ambiente. Los avances que en la actualidad ya  tiene la biología molecular para entender la naturaleza y desarrollar investigaciones en el campo de la medicina son muy amplios y bien fundamentados. Sin embargo, esto no puede ser utilizado como justificación para convertir el medio ambiente en un gigantesco experimento que finalmente culmina con grandes intereses comerciales. Hoy día, con el conocimiento en mano tenemos la obligación, el derecho y la responsabilidad de conocer y decidir cómo y dónde se producen nuestros alimentos con una agricultura sana que no dañe a la tierra y que sea sostenible.

Si bien es cierto que se ha creado una idea muy equivocada sobre el cultivo transgénico, donde no es tan solo el aplicar la implantación de un gen especifico que modifique la resistencia genética del cultivo y que esto le permita ser inmune a los daños provocados, la tecnología avanza y el estudio de la genética también. Esto nos permite frenar daños que antes se pensaba que eran irreversibles para diversos cultivos.

 

Manipular genéticamente alimentos con el fin de mejorar el trabajo agrícola, asegurar el alimento a toda la población, optimizar el rendimiento y la calidad de los alimentos, entre otros, debería ser nuestro fin, sin estar tan solo visualizando el gran negocio, sino la mejora para la humanidad. Son muchas las personas que han alzado la voz exigiendo que se aplique el Principio de Precaución y se prohíban los cultivos y alimentos transgénicos. Los alimentos orgánicos no son del todo la solución a los problemas de alimentación en el mundo, pero sí una alternativa para contribuir a ese fin, por considerarse como más naturales y libres de pesticidas pero hay mucho más trabajo a realizar para mejorar la alimentación en el mundo. Mejoras que sólo la biotecnología bien manejada puede garantizar.

 

Es así que, cuando se afirma que la ingeniería genética es una agresión a la diversidad biológica, se olvida que la agricultura tradicional también lo es, ya que ha reducido notablemente la variedad y riqueza de los alimentos que se consumen a diario. No sólo la ingeniería genética trabaja con genes. Decir que la ingestión de genes nuevos y extraños sólo ocurre cuando se comen alimentos transgénicos, es también faltar a la verdad, ya que cualquier gen que se toma habitualmente en la dieta es tan extraño como pueden serlo los que manipula la biotecnología. La ingeniería genética toma genes de otro ser vivo y los trasplanta, no los crea artificialmente.

 

Producir nuevos alimentos requiere de mucha investigación, aunque se realicen con cruzas provenientes del campo. Por ejemplo, para crear la Pineberry se tuvo que trabajar por más de seis años en la selección, prueba de vigor de las plantas, los cultivos, la mejora y de su aprobación para su cultivo comercial. Esta es una fruta de América del Sur híbrida entre la fresa silvestre que crece salvaje en algunas partes de Chile y la fresa de América del Norte o fresa Fragaria virginiana. Las Pineberry son el resultado de un mestizaje, no de ingeniería genética, como algunos afirman y de manera semejante a la ingeniería genética, ha requerido de mucha investigación y pruebas para lograrlo.

 

manos_tierra_webEs mucho el desconocimiento por un lado y la falta de ética por otro, lo que nos ha llevado por caminos equívocos. La falta de información ha llevado a una alerta no del todo necesaria. Para hablar de un producto transgénico que brinde un mejor rendimiento, mejor sabor, mejores características nutricionales, es necesario trabajar extra, y aún así, no se ha logra obtener el resultado esperado. No es sino hasta después de numerosas pruebas, que puede vislumbrarse que además de las ventajas, también lo hacen algunos aspectos de riesgo, de ahí que existe un gran rechazo a lo que implique el término “transgénico”.

No se trata de solucionar la crisis alimentaria con el uso de los cultivos transgénicos, sino contribuir con una estrategia para aumentar las cosechas con vegetales resistentes a las plagas, sequías y heladas o bien a herbicidas. Las diversas investigaciones que se realizan en la actualidad irán cubriendo estas necesidades.

Es importante encontrar toda evidencia clara de los riesgos para la salud, para lo cual también es necesario realizar estudios que demuestren y que garanticen la seguridad de los alimentos transgénicos. Es una realidad que esto es posible. Un ejemplo de ello se ha demostrado en el caso particular de la papaya Hawaiana, resistente al virus causante del “ojo negro” que no ha ido en detrimento del cultivo tradicional y ecológico de la misma.

La biotecnología no puede ser culpada de los males que el propio sistema ha creado. Aunque algunas de las críticas puedan ser ciertas, estas deberían también estar bien fundadas, y deberían existir verdaderos protocolos de seguridad a seguir. Que estudien y regulen el impacto del transgénico al ambiente y de su empleo hacia la salud, a fin de evitar peligros para la misma. Es por ello importante buscar todas las alternativas científicas que garanticen el consumo y no correr riesgos.  La biotecnología bien aplicada definitivamente brindará a la humanidad una mejor calidad nutricional de los alimentos, una mejora en la agricultura, abaratará en el futuro los precios y ayudará a disminuir el hambre en el mundo.

 

Es necesario para ello, llegar a tomar las medidas adecuadas, mantener la ética por la humanidad y el planeta a fin de que la ciencia con su biotecnología llegue a las metas idóneas respecto a la elaboración de alimentos sanos para la humanidad. Contribuyendo así para dar fin al hambre en el mundo sin que signifique que hagamos a un lado la agricultura tradicional ni la agricultura orgánica, sino todo lo contrario. Con esta estrategia, sería el de trabajar lado a lado y a la par en pro de alimentos sanos, un derecho fundamental del hombre.

 

 

Dra. Ma. Dolores García Suárez Departamento de Biología, Laboratorio de Micropropagación y Propagación Vegetal. Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.

Dr. Héctor Serrano Departamento de Ciencias de la Salud. Lab. de Biología Molecular y Regulación Endócrina. Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.

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