Las micorrizas, ¿qué son?

microrriza1 Cada vez es más frecuente encontrar nuevos términos y palabras técnicas aplicadas al quehacer de la agricultura, lo que simboliza la aplicación de tecnologías novedosas o mejoradas en este campo, a fin de un uso más completo y eficiente del ciclo agrícola, y entre estas nuevas palabras se distinguen las micorrizas, pero ¿qué son?

Micorriza se forma de la palabra mykos (hongo) y rhiza (raíz), para nombrar la asociación que se da entre algunos hongos del suelo y las raíces de la gran mayoría de plantas. El hongo se integra tanto en la raíz, que llega a ser parte de ella, estableciéndose una relación de dependencia mutua hongo-planta. La mayoría de las plantas presenta esta simbiosis. Hay evidencia fósil de que esta vida mutua hongo-planta tiene millones de años realizándose en la naturaleza. En la imagen de la izquierda, del USDA, se tiene una raicilla de maíz colonizada por una micorriza, donde las esferitas son esporas y los filamentos son las hifas o el micelio del hongo en desarrollo.

Este hongo micorriza, al convivir en las raicillas de la planta e integrarse a ellas, crece y desarrolla en el suelo un sistema de filamentos de micelio (las hifas, que a su vez son una especie de “raicitas” muy finas), aumentando considerablemente la zona de absorción de la raíz de la planta, incrementando así la capacidad de la planta de absorber nutrientes minerales, primariamente el fósforo. ¿Cómo se beneficia el hongo de ésta asociación?, pues recibe de la planta alimento en forma de azúcares; de esta manera se favorece el crecimiento y el desarrollo de los dos organismos planta-hongo, por lo que es frecuente encontrar mayor crecimiento de las plantas y mejor respuesta de éstas en las diferentes condiciones de estrés que se llegan a producir durante el ciclo del cultivo, como la falta de agua o de nutrimentos.

Otra gran ventaja que ofrecen las micorrizas, es una protección contra las enfermedades de las plantas, ya que interaccionan con multitud de microorganismos del suelo; se establecen relaciones de cooperación con los organismos benéficos y compiten fuertemente con los patógenos, interactuando incluso con la micro-fauna, como los nematodos, áfidos, y ácaros, entre otros, en la zona del suelo donde crecen las raíces. El efecto de protección se puede dar porque no permiten que el patógeno crezca, es decir, una competencia por espacio, pues es común que el micelio cubra toda la superficie de la raíz, además del antagonismo que presentan contra otros hongos, ya que incluso se ha registrado el micelio de una micorriza “comiéndose” al micelio de un hongo-parásito.

microrriza2 En la imagen derecha proveniente de la UNAM, se puede ver cómo coloniza el hongo a la raíz de la planta y su crecimiento en la superficie. Las ramificaciones dentro de las células de la raíz parecidas a arbustos denominan la micorriza como vesículo-arbuscular.

Son muchos los beneficios que aportan las micorrizas a la nutrición de las plantas, ya que facilitan y mejoran la asimilación de nutrientes; provocan un marcado aumento en los procesos de absorción y translocación de los elementos como: N, P, K, Ca, Mg, S, Zn, Cu, Mo, Fe, Mn. Favorecen la absorción del fósforo (P) en suelos que tienen tendencia a fijarlo, o en donde está en condiciones limitantes, además de tener un fruto sobre el crecimiento de las raíces. Una planta con mejor nutrición tiene más resistencia a los organismos patógenos y tiene más tolerancia al estrés de sequía, sales y pH del suelo.

Las micorrizas mejoran la capacidad productiva y prolongan la vida de los suelos agrícolas, pues propician una mayor agregación de las partículas que forman el suelo, mejorar su estructura, y por la acción “micorrízica”, se moviliza en el suelo una gran cantidad de nutrientes que anteriormente no estaban disponibles y pueden ser asimilables por las plantas. En Sinaloa, el CIIDIR-IPN (Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional del Instituto Politécnico Nacional) de Guasave; la UNAM, en el Instituto de Biología; la Universidad de Morelos, y varias instituciones educativas, se encuentran realizando investigación seria sobre el tema de las micorrizas, por lo que seguramente pronto habrá mejores noticias para poder aplicarlas en forma más completa.

Su empleo es muy sencillo y sin riesgo de intoxicación. Al comprarlas, sólo hay que verificar que no esté caducado el producto, y ya en campo o bodega, se diluyen en 300 ml de agua (una lata de refresco) o lo que se indique en el envase, junto con un adherente que por lo general viene en el paquete, lo que va a servir para revolver en una lona con la semilla que se va a tirar en una hectárea. Hay que mezclarla bien a la semilla en la sombra, dejarla secar sin exponerla al sol y después hacer las siembras normales. Si se nota que no corre bien la semilla, habrá que ponerle polvo de grafito o talco.

Es muy recomendable que quienes estén interesados en probar las micorrizas, puedan establecer al menos tres repeticiones por parcela en cuatro-cinco campos diferentes, haciendo una prueba lado a lado muy sencilla: se trata la semilla para dos o tres hectáreas y se pone en los dos botes derechos de la sembradora, llenando los otros dos botes izquierdos con semilla (sin tratar) del mismo híbrido; se inicia la siembra y al dar las vueltas la sembradora van quedando sembrados cuatro surcos con tratamiento, y quedan otros cuatro como testigo a través de la parcela, con lo que se van comparando en forma directa los efectos del tratamiento y encontrar los beneficios de su uso, en especial en sitios con mucho daño por Fusarium.

Si se siembra una parcela completa con semilla tratada no se tiene con qué comparar, por lo que se requiere establecer siempre un testigo, especialmente con repeticiones, lo que evita el sesgo del mismo suelo. Al terminar la temporada se puede muestrear o ir cosechando por las franjas tratadas y sin tratar, según se haya sembrado la prueba.

En las referencias siguientes se puede revisar más información sobre el tema: