¿Puedes imaginar unos tacos al pastor, una carne asada, un delicioso caldo sin limón? ¡Imposible ¿verdad?!
Bueno, pues más o menos lo anterior describe la relación que existe entre nuestra comida y la afición que tenemos por ponerle limón a casi todo, si es salado, amargo, dulce, picante, de sabor neutral, a las bebidas… unas gotitas de limón ¡por favor!
Aunque la razón de esta costumbre no se conoce bien a bien, algunos dicen que es porque el limón intensifica los sabores de los alimentos, otros que porque contrarresta lo picante de nuestra gastronomía, otros más que es simplemente una costumbre, en fin, la realidad es una: le ponemos limón a todo.
Ahora bien, por si no fuera suficiente, el limón no se queda en la mesa, lo llevamos a todos lados. Las propiedades de este cítrico van desde las medicinales ya que es una excelente fuente de vitamina C, pasando por las alimenticias (obvio), hasta las cosméticas.
Estas últimas son muy curiosas, porque no nos referimos a los empleados en la industria que las procesa para extraer su esencia, estamos hablando del uso en bruto del limón como, por ejemplo, gel, desodorante, aclarador de la piel, dentífrico, para limpiarse las manos después de una taquiza callejera, para quitar el mal aliento.
Finalmente, el limón es la solución perfecta para los valientes que quieren sanar una herida, ya sea en la piel o del corazón, sí esta última acompañando a un buen tequila.
México produce al año más de 2.5 millones de toneladas de limón, lo que nos lleva a ocupar el 2° lugar mundial en producción y nos permite consumir un promedio por persona de 14 kilos al año.