Catalizar el cambio en los pequeños Estados insulares en desarrollo
La Unión de las Comoras, o las Comoras, es un archipiélago de islas volcánicas situado frente a la costa sudoriental de África. Cuenta con un clima maravilloso, palmeras ondulantes y aguas trasparentes.
Pero es también uno de los países más pobres del mundo, limitado por la escasez de recursos naturales, la elevada dependencia de los alimentos importados y la constante amenaza de desastres naturales.
Las consecuencias son desoladoras.
Las Comoras importan alrededor del 70% de sus alimentos, y la tasa de importación de algunos de ellos, como las aves de corral, alcanza el 90%. La mitad de la población –alrededor de medio millón de personas– no tiene lo suficiente para comer, y las tasas de malnutrición se encuentran entre las más altas del mundo.
Frente a este problema, el sector avícola fue precisamente una de las áreas que el Gobierno de las Comoras y la FAO identificaron en 2017 para mejorar el acceso de la población a los alimentos nutritivos de producción propia, así como para aumentar sus ingresos. Para abordar este problema, fue precisamente
Desde entonces, la FAO y sus asociados han colaborado con unos 400 campesinos –cerca de la mitad de ellos mujeres, y casi tres cuartas partes jóvenes– para establecer grupos dedicados a la avicultura y más de 250 gallineros.
Les proporcionaron 16 incubadoras alimentadas con energía solar (en 12 lugares) y cinco pollos por persona, y capacitaron a unas 450 personas –agricultores y trabajadores del gobierno– en la cría de aves de corral. La FAO también aportó los servicios de vacunación.
Los beneficios ya se están empezado a ver: cada mes, los campesinos obtienen entre 800 y 900 nuevos pollos y 21 000 huevos.
“Muchas cosas han cambiado desde que formo parte de este proyecto. Tengo huevos para mi familia y también puedo venderlos. Con ese dinero puedo adquirir más alimentos y material escolar para mis hijos”, explica Nailata Dine, una madre de cinco niños residente en la isla de Anjouan.
“Siempre me ha gustado criar pollos, pero nunca había invertido realmente en ello. Solía criar cinco o seis pollos durante unos años. Ahora tengo 60, y estoy empezando a atreverme a tener una granja avícola”, asegura Rajab Saïd, de 43 años, de Anjouan.
“La gente de nuestro grupo de avicultores puede vivir de esta actividad. Ahora otras personas quieren unirse a nuestro grupo y los jóvenes están empezando a interesarse”, dice Zalia Zamfa, líder de un grupo de 12 campesinos de la isla de Mwali.
Los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID), como las Comoras, padecen de forma injusta de complejos problemas ambientales y de desarrollo, desde el cambio climático hasta la limitación de los recursos naturales y la alta dependencia de los alimentos importados. Hay desafíos que ya están teniendo consecuencias drásticas, y que los isleños no pueden combatir por sí solos.
En el Pacífico, la FAO apoya la nutrición en las escuelas, promoviendo el conocimiento de la nutrición y apoyando los hábitos alimentarios saludables, tanto dentro como fuera de las aulas.
Cabo Verde trabaja con la FAO para aprovechar el potencial de los mares que rodean este archipiélago, gracias a la iniciativa del Crecimiento Azul, que incluye el desarrollo del ecoturismo, la mejora de las redes de transporte marítimo para facilitar el turismo y el acceso a otras islas, y la creación de puestos de trabajo para los jóvenes, que con demasiada frecuencia se ven obligados a buscar oportunidades en el extranjero.
En Samoa, la FAO y sus asociados establecieron granjas de demostración para capacitar a los agricultores en la ordenación sostenible de la tierra, incluida la agrosilvicultura, la preparación de compost, abono verde y la rotación de cultivos, el manejo orgánico de las plagas, plantación de curvas de nivel y otras medidas para evitar la erosión del suelo. Esto ha llevado a un aumento de los ingresos y el consumo de frutas y verduras, así como a la preservación de los bosques de las tierras altas, vitales para el equilibrio ecológico de la isla.
En Granada, Jamaica y San Vicente y las Granadinas, la FAO colabora para establecer programas público-privados de seguros agrícolas para ayudar a las comunidades a hacer frente a los frecuentes desastres naturales.
En Fiji, la FAO trabaja con el gobierno para proporcionar a las mujeres las mismas oportunidades que a los hombres. Esto incluye el suministro a las mujeres pescadoras de equipamiento para mejorar su seguridad en el mar. Cada kit contiene un localizador personal, una luz estroboscópica, un espejo para hacer señales y un silbato, un láser de rescate y cuerda de rescate marítimo, una radio VHF, un ancla, chalecos salvavidas, una brújula direccional, un botiquín de primeros auxilios y dos mantas térmicas de emergencia.
Los campesinos de Cabo Verde, las Comoras, Guinea-Bissau, Mauricio, Santo Tomé y Príncipe y Seychelles se han beneficiado de la capacitación en la producción de alimentos climáticamente inteligentes y de la creación de oportunidades de mercado viables para alimentos nutritivos, incluida la identificación de oportunidades para acceder a nichos de mercado de alto valor, mediante el comercio justo o el etiquetado de productos orgánicos.
En las Maldivas, la FAO coopera con los agricultores familiares para adaptar prácticas agrícolas resilientes al clima, como la recolección de agua de lluvia, el almacenamiento y el riego por goteo, y la plantación en lechos elevados protegidos para evitar daños por inundaciones.
El objetivo final de la FAO es ayudar a los pequeños Estados insulares a implementar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y permitir a las personas llevar una vida sana y productiva.