Apenas hace unos días, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dio a conocer que unos 842 millones de personas padecieron hambre crónica en el periodo 2011-13., lo que equivaldría a uno de cada ocho habitantes del planeta. La cifra es alarmante, pero es una ligera baja con respecto al ciclo 2010-2012 cuando eran unos 868 millones de personas.
Se destaca que la gran mayoría de personas que pasan hambre viven en países en desarrollo, mientras que unos 15.7 millones se encuentran en naciones desarrolladas. Desde los años 1990 a 1992, el número total de personas subalimentadas en los países en aras de progreso, se ha reducido en un 17 por ciento: de 995.5 a 826.6 millones.
"Las políticas encaminadas a aumentar la productividad agrícola y la disponibilidad de alimentos, sobre todo cuando se dirigen a los pequeños campesinos, pueden lograr mitigar el hambre aun cuando exista una pobreza generalizada. Cuando se combinan con la protección social y otras medidas para incrementar los ingresos de las familias pobres, pueden tener un efecto aún más positivo y estimular el desarrollo rural, mediante la creación de mercados dinámicos y oportunidades de empleo, lo que resulta en un crecimiento económico equitativo", expresan los jefes de los Organismos de la ONU.
La realidad es que se necesitan políticas a favor de los pobres. El informe de la FAO menciona que el crecimiento económico es la clave para el progreso en la reducción del hambre. Sin embargo, el crecimiento no puede llevar a más y mejores empleos e ingresos para todos, a menos que las políticas se dirijan específicamente a los pobres, especialmente en las zonas rurales. "En los países pobres, la reducción del hambre y de la pobreza sólo se logrará con un crecimiento que no sólo sea sostenido, sino que también sea ampliamente compartido", señala el informe.
Para ser más realistas, México está lejos de esto, pues aunado a que no existe el crecimiento esperado, en México se conjuga la obesidad con la pobreza alimentaria. La propia FAO apunta a que más de la mitad de los mexicanos están en condición de pobreza, no obstante de ser el país con más número de “gordos” en el mundo, quitándole a EU el primer lugar.
El análisis “The State of Food and Agriculture 2013” que elabora la FAO, indica que México tiene un porcentaje estimado de 32.8 de adultos obesos, mientras que EU colabora con el 31.8 por ciento. Las cifras muestran que 7 de cada 10 adultos tienen sobrepeso, la obesidad entre los niños se triplicó en la última década, por lo que cerca del 30 por ciento de los adolescentes supera el nivel equilibrado de peso. Hay que tomar en cuenta que esta epidemia propaga enfermedades mortales como la diabetes, por la cual mueren aproximadamente 70 mil mexicanos al año.
Las cifras de la Federación Mexicana de Diabetes, muestran que 6.4 millones de habitantes fueron diagnosticadas con diabetes, y cada año se suman 400 mil adultos. Este escenario crítico se presenta en las personas con algún contexto de pobreza, ya que quienes están mal alimentados son principalmente los que elevan su masa corporal por una alimentación desproporcionada. En las clases más bajas hay padres obesos e hijos malnutridos, y lo peor es que los niños se están programando y habituando a vivir con tal padecimiento.
Esta grave situación de pobreza alimentaria por bajos ingresos que se conjuga con la obesidad por una inadecuada provisión de alimentos, generan un círculo vicioso que más tarde que temprano traerá consecuencias emergentes, y probablemente no habrá presupuestos públicos que alcancen para enfrentar las enfermedades derivadas a causa de la obesidad. Los recursos públicos deben enfocarse y evitar los subejercicios o excesivos gastos corrientes, debido a que existen ya más de 25 millones de mexicanos que requieren atención por dichos problemas.
Finalmente, hay que considera que el país enfrenta una severa dependencia alimentaria, por lo que se debe recurrir a las importaciones para abastecer las necesidades de la población. El reto es muy grande y es de todos, ya que no sólo los diferentes gobiernos tienen tareas pendientes, sino la sociedad en su conjunto, en la colaboración como en la exigencia para lograr dejar atrás los malos hábitos alimenticios.
