Algunos actores de la industria en México estiman que el mercado de biocontroles y bioestimulantes tiene un valor de alrededor de U$400 millones, pero aún está lejos de alcanzar su potencial.
El mexicano Eliseo Santos quiso sumarse al boom del tomate. Hace unos diez años, en su huerta en Puebla, comenzó a producir esta hortaliza para exportación. Sin embargo, problemas fitosanitarios entorpecieron sus planes. Enfermedades como Phytophthora, Fusarium y Rhizoctonia se convirtieron en un obstáculo. Su primera reacción fue abordarlos con los productos químicos disponibles en el mercado. “Sin embargo, con cada temporada, estas enfermedades se volvieron más resistentes e impidieron que la fruta expresara su verdadero potencial”.
Fue entonces cuando buscó solucionar el problema de raíz. Literalmente. El agricultor buscó una solución a base de microorganismos que mejoraran la vida de las bacterias, hongos e insectos que rodean el sistema radicular de sus hortalizas y promovieran la resistencia y el crecimiento de las plantas. Lo combinó con sus productos habituales y los resultados no se hicieron esperar: “Aumentó la sanidad y la producción de las plantas”, dice Santos, que ahora produce tomates para exportación, además de pepinos y pimientos.
El agricultor persiste en la idea de utilizar soluciones biológicas a nuevos problemas: algunos de sus invernaderos sufren de nematodos, esos pequeños gusanos que pueden ser letales para la raíz de las plantas. Santos está utilizando una fórmula a base de Paecilomyces lilacinus, un hongo que paraliza los huevos y las hembras del patógeno. “Tenemos que seguir probando, porque ellos son el futuro”, dice.
La historia de Santos se repite entre los productores de aguacates, frambuesas y otros productos que se han sumado al boom agroexportador: buena parte de los agricultores que buscan llevar sus frutas y hortalizas a los mercados internacionales añaden formulaciones biológicas, como las a base de bacterias, hongos y otros microorganismos, para solucionar los problemas a los que se enfrentan en sus cultivos.
«Por cada peso que se gasta en biocontrol de plagas y enfermedades, se gastan tres pesos en estimulación y nutrición biológica».
La tendencia en México, sin embargo, es doble, reflejando sus dos principales realidades agrícolas. Uno está dominado por la agricultura extensiva de cereales como el maíz, el trigo, la caña de azúcar, el frijol y el algodón, que se concentran en el mercado local. En el otro, prevalece un dinámico sector exportador de productos de mayor valor como paltas, tomates y berries.
De hecho, las frutas y verduras representan la mayor parte de los casi US$24 mil millones en productos agrícolas exportados por México en 2021, según cifras de la firma de investigación de mercado FreshFruit Perú, un 10% más. También representan la mayor parte de los US$200 millones que DunhamTrimmer atribuye a productos de biocontrol en México en 2020 y deberían cerrar la década en torno a los US$500 millones.
Sin embargo, eso es sólo una parte de la historia. De acuerdo con Ignacio Simón, presidente de la Asociación Mexicana de Productores de Bioinsumos (AMPBIO), por cada peso que se gasta en biocontrol de plagas y enfermedades, se gastan tres pesos en estimulación y nutrición biológica. “No tengo datos exactos, pero estamos viendo un crecimiento exponencial”, dice Simón. “Las más de 40 empresas asociadas a AMPBIO generan aproximadamente más de 1.500 empleos directos y más de 5.000 indirectos”, agrega.
El retraso en el maíz
La tendencia dinámica, sin embargo, no incluye cultivos extensivos como el maíz, a pesar de su enorme potencial. México es el país donde se originó el maíz, cereal al que dedica siete millones de sus 22 millones de hectáreas agrícolas. Sin embargo, más del 40% de su consumo interno debe cubrirse con importaciones. El país es incapaz de cubrir sus necesidades productivas debido a sus bajos niveles de tecnificación y mínimo uso de bioinsumos en sus cultivos. A diferencia de Brasil, donde la producción de soja ha sido clave para el desarrollo de la industria local de bioinsumos, el cultivo extensivo a gran escala de México ha quedado al margen.
"Siempre habrá algún productor de maíz, o siempre habrá algún productor de trigo con ideas de sustentabilidad mediante la aplicación de productos de bajo impacto ambiental", “Pero la realidad es que el 95% del mercado en este tipo de cultivos extensivos no tiene ese objetivo y sistema de producción”.
Además de las dificultades del sistema de registro de biocontroladores en el país, se necesita un cambio cultural para que los bioinsecticidas, biofungicidas y otros "cidas" biológicos comiencen a usarse de forma masiva en el campo. En México, todavía nos gusta aplicar un producto y ver, 'boom', cómo muere el insecto, cómo muere la plaga, inmediatamente. Pero así no funcionan los biocontroladores: los biológicos no son de acción inmediata, son más de control, lo que requiere una cultura de prevención, mucha prevención.
El mercado de bioestimulantes y biofertilizantes es mayor que el de biocontroles. Así lo demuestra la experiencia.
Los cultivos más avanzados impulsan un mercado de US$ 400 millones
El desarrollo de los bioinsumos en México está ligado principalmente a cultivos tecnificados de alto valor cuyo foco está en las exportaciones, comenzando por el aguacate, que sumó exportaciones por US$3 mil millones en 2021, berries con otros US$3 mil millones y tomate, con casi US$3.000 millones. $ 2 mil millones. Son productos que van a mercados donde hay disposición a pagar por mayor calidad de proceso, y eso permite una mayor inversión por kilo de producción.
En los últimos cinco años, el mercado de bioinsumos en México se ha triplicado. Suma US$400 millones y mantiene tasas de 15%-20%”. Los productos biológicos se están apoderando rápidamente del mercado de las moléculas utilizadas en los agroquímicos tradicionales, que se están descontinuando debido a problemas regulatorios o la demanda del mercado.
Los productos biológicos se están apoderando rápidamente del mercado de las moléculas utilizadas en los agroquímicos tradicionales, que se están descontinuando debido a problemas regulatorios o la demanda del mercado.
Por ejemplo, algunos insecticidas pertenecientes a familias como los organofosforados y carbamatos están siendo totalmente restringidos en su uso debido a su alta toxicidad e impacto en la salud humana. En el mismo caso también están algunos herbicidas y fungicidas, por lo que podemos identificar cada año más restricciones en su uso y cada vez más regulaciones internacionales, como certificadoras de producción para comercializar en los mercados.