“Sus desequilibrios nutrimentales no siempre dependen de un solo factor para su crecimiento y desarrollo. Su comportamiento particular lleva a estar atentos a como entra en vigor en cada ciclo, ya que esto permitirá la prevención nutricional y de riego, en pro de evitar fisiopatías en la planta”.
Las deficiencias nutricionales en la vid se manifiestan en diferentes maneras. En forma directa, desde amarillamientos varios (nitrógeno, hierro, manganeso, azufre), alteraciones en el crecimiento (nitrógeno y zinc), anomalías en el cuaje (boro y zinc), etc. En forma indirecta, las deficiencias de determinados nutrientes pueden traducirse en una mayor susceptibilidad a enfermedades, en especial Botrytis, la cual se potencia cuando la planta se encuentra deficiente en calcio, magnesio y boro como también microelementos metálicos, hierro, manganeso, zinc y cobre.
Algunas de las deficiencias pueden ser consecuencia de una carencia directa en los suelos, como también verse inducidas por otros factores, por ejemplo: el exceso de fósforo, potencia la carencia de zinc la presencia de carbonatos de calcio especialmente, redundará en una menor disponibilidad de fósforo y microelementos en general; el exceso de agua puede provocar deficiencia inducida de hierro; la sensibilidad de algunos portainjertos a algunos de estos nutrientes también es característico, una poda muy intensa puede provocar que los nutrientes que tienen baja movilidad dentro de la planta no puedan acompañar el crecimiento (calcio, hierro, zinc, manganeso, boro, azufre), al igual que un exceso de nitrógeno.
Las deficiencias más comunes que pueden observarse en un viñedo son: Nitrógeno, Magnesio, (en algunos cultivares y sobre determinados pies), Hierro (suelos arenosos o calcáreos), Zinc y Boro.
Manejo de la nutrición y corrección de deficiencias
Nitrógeno (N)
Distintos estudios han determinado que la mayor taza de absorción para este nutriente ocurre desde la brotación hasta envero, produciéndose mas rápidamente en el período que va desde cuaje hasta envero, coincidente con el crecimiento del fruto. Un segundo pico de absorción se produce desde cosecha hasta caída de hojas.
El Nitrato es la forma principal como es absorbido el nitrógeno. Una vez en la planta, es traslocado hasta las hojas en dónde se acumula hasta ser reducido a nitrógeno orgánico (aminoácidos).
El nitrógeno se acumula principalmente como arginina y prolina. La acumulación de órganos de reservas (raíces, troncos y cordones) al final del ciclo, es la principal fuente de este nutriente para la brotación en la primavera siguiente. Este aporte puede rondar entre el 15 y el 40% dependiendo del cultivo, de las condiciones del cultivo y de la edad de la planta.
El nitrógeno acumulado en las hojas, por el contrario, prácticamente no se remueve hacia las estructuras permanentes, por lo que recién volverá al sistema cuando las hojas caigan y se descompongan (1 a 2 años después).
La principal necesidad de nitrógeno ocurre en concordancia con los picos de activo crecimiento. De acuerdo a lo anterior, los momentos claves para la aplicación de este nutriente serían otoño y primavera temprano y post-floración. En caso de retrasarse la aplicación en primavera más allá de la apertura de yemas, usar fuentes nítricas, ya que las amonicales demorarán en entrar en disponibilidad, pudiendo llegar a tardar hasta 30 días en pasar de amonio a nitrato. En caso de disponer de fertirriego, la programación de la fertilización puede hacerse semanal o cada dos semanas tomando en cuenta los requerimientos estacionales del cultivo. En términos generales, se establece una relación de equilibrio entre N-P-K de 2-1-3.
Las dosis a aplicar depende de una serie de factores, como son: espaciamiento, intensidad de poda, si se retiran o no los restos de la poda, si se realizan abonos verdes tanto de invierno como de verano, textura de suelo, la variedad, el portainjerto usado, etc.
En términos generales, y de acuerdo a las características de los suelos y requerimientos de la planta, se estima una reposición de entre 35 a 55 unidades de nitrógeno por hectárea. La eficiencia a la que este nutriente se aprovecha, depende nuevamente de una serie de factores, entre los cuales el suelo y el tipo de riego son los más relevantes. En suelos arenosos, una sola aplicación es menos eficiente que en suelos más arcillosos, sin embargo, si se divide la aplicación en distintos momentos, la eficiencia puede ser mayor. De la misma forma, con riego por goteo, la eficiencia de aprovechamiento es mayor que con riego superficial. En términos generales podría estimarse un rango de entre 30 a 50% de eficiencia, lo que implica que si debemos reponer 35 a 55 unidades a dichas eficiencias, debemos aplicar 120 y 70 unidades respectivamente para la primera dosis y 183 y 110 unidades respectivamente para la segunda dosis. El 60% de esa dosis de nitrógeno debe aportarse hasta floración y el 40% restante a partir del cuaje.
En cuanto a la fuente de fertilizante a usar debe tenerse en cuenta que las fuentes nítricas son de más rápido aprovechamiento que las fuentes amonicales. Las formulaciones líquidas y solubles son las más adecuadas para las dosificaciones en equipos de riego por goteo. A la hora de hacer un balance en el flujo de nitrógeno, debe considerarse los aportes provenientes de los abonos verdes y de la aplicación de guano de gallina. Un guano de gallina, puede aportar en términos generales 20 unidades de N, 57 de P2O5 y 36 de OK2.
Fósforo (P)
La vid no es muy demandante en este nutriente, sin embargo en condiciones de pH alcalino, como el de los suelos en donde se cultiva la vid, este nutriente puede estar muy poco disponible.
La práctica de la fertilización con fósforo dependerá de si se dispone de fertirriego o no. En caso de disponer de equipo de riego, la dosificación debe hacerse de acuerdo a los requerimientos, considerando que los momentos de máxima necesidad de este nutriente van desde brotación hasta floración. En caso de no disponerse de riego por goteo, al ser este nutriente inmóvil en suelo, debe aplicarse con la suficiente antelación como para que se encuentre en disponibilidad en los momentos críticos. En este sentido, y considerando que el crecimiento radicular es fósforo dependiente, el otoño (post-cosecha) es el mejor momento para aplicarlo. Tener en cuenta que la eficiencia de aprovechamiento del fósforo puede oscilar entre 10 y 25%.
Potasio (K)
Este nutriente es clave para el fruto. La demanda del mismo, es mayor que la del nitrógeno, con la diferencia que el nitrógeno va a brotes y hojas y el potasio a frutos. De lo anterior, se desprende que debe estar disponible para el cultivo a comienzo de envero. Nuevamente, el momento en el que se aplique dependerá del tipo de riego. En riego superficial, debe aplicarse al menos con 2 a 3 meses de anticipación al envero. Puede hacerse al voleo en primavera. En el caso de riego por goteo, la dosificación puede hacerse gradual a lo largo del ciclo, aumentándola en la fase final. También puede aplicarse vía foliar, a partir del envero (sulfato de potasio, cloruro de potasio o nitrato de potasio).
Hay que tener en cuenta que un exceso de potasio, puede inducir la deficiencia de magnesio, lo que redundará en una menor fotosíntesis y por lo tanto, en una menor disponibilidad de azúcares para la uva.
En suelos arenosos, la eficiencia de aprovechamiento de este nutriente es menor que en suelos de textura más fina, por lo que se aconseja dividir las dosis en al menos dos momentos. En suelos arcillosos o de textura más fina, es aconsejable que la aplicación se haga en bandas para disminuir los riesgos de fijación. Si se aplica el potasio muy cerca del tronco o raíces, pueden producir daños a los mismos. Por otro lado, la presencia de altos tenores de calcio en suelos, puede inducir una baja disponibilidad de potasio para el cultivo.
Magnesio (Mg)
La deficiencia de magnesio se pone de manifiesto principalmente avanzado el ciclo. Ocurre principalmente cuando se encuentra desbalanceado el suelo respecto al potasio y calcio, se acentúa aún más cuando se usan fuentes nitrogenadas amoniacales.
La corrección de la deficiencia de este nutriente, puede hacerse vía suelo o vía foliar. Vía suelo, se corrige con la aplicación de 1 a 2 kilos de sulfato de magnesio por planta, lo que hace realmente antieconómica la corrección, por ello se puede optar por la corrección vía foliar con pulverizadores al 0.5%. También pueden usarse productos a base de quelatos para aumentar la eficiencia. En términos generales, las aplicaciones foliares están orientadas, más que a corregir la deficiencia propiamente dicha, a proveerle a la planta el nutriente para potenciar la fotosíntesis en los momentos de mayor actividad (envero).
Hierro (Fe)
La deficiencia de hierro se manifiesta principalmente en suelos con abundante presencia de calcáreo, en suelos arenosos y en suelos muy húmedos, aunque en este último caso es una deficiencia temporal, ya que ni bien comience a secarse el suelo, el problema desaparece.
En el primer caso, dependiendo de la severidad del problema, puede optar por corregirse vía suelo o vía foliar. Si el problema no es tan grave, la corrección vía foliar es factible, en tal caso, puede utilizarse tanto sulfato de hierro al 0.4% neutralizado con cal, como quelatos.
En caso de deficiencia severa, especialmente debida al calcáreo, es preferible optar por la corrección vía suelo con productos quelatados específicos, como por ejemplo los quelatos formulados a base de EDDHA.
Zinc (Zn)
Esta deficiencia es muy común y característica de suelos con pH alcalino. En la vid se manifiesta de tres formas: brotes débiles en zig-zag con acortamiento de entrenudos, fallas en el cuaje y clorosis internerval de las hojas más nuevas de la planta. La sensibilidad a la deficiencia de zinc varía con los distintos portainjertos.
La corrección de la misma puede hacerse tanto vía suelo como vía foliar. En el caso de realizarlo vía suelo, tener en cuenta que en aquellos de textura fina, se producirá fijación de este nutriente en el complejo coloidal del suelo, por lo que la eficiencia de aprovechamiento puede ser muy baja. En suelos arenosos, la situación es diferente, ya que al haber menos coloides en los suelos, también hay menos sitios de fijación, por lo que la eficiencia de aprovechamiento será mayor. En estos casos debe contemplarse dividir las dosis para evitar pérdidas por lavado. Las dosis varían desde 6 a 10kg de elemento por hectárea y para ello se utiliza como fuente el sulfato de zinc. Las aplicaciones al suelo son eficientes para reconstruir, en el mediano y largo plazo, los niveles del mismo. No se aconseja hacer aplicaciones para corregir deficiencias estacionales vía suelo.
Las aplicaciones foliares tienen la ventaja de tener una respuesta más rápidamente, por lo que son muy útiles para corregir las deficiencias durante el ciclo del cultivo. Pueden hacerse durante el invierno cuando la planta no tiene hojas, haciendo pulverizaciones concentradas de sulfato de zinc, hasta el 10% sobre la madera, o en primavera hasta 2 a 3 semanas antes de floración, con soluciones de sulfato de zinc hasta el 0.4% neutralizadas con cal. También, pueden utilizarse productos a base de quelatos porque en estos casos se aconseja seguir las especificaciones.
Boro (B)
El manejo de este nutriente debe hacerse con mucho cuidado, porque se puede pasar de la deficiencia a la toxicidad con muy pocos gramos de diferencia. Es un nutriente clave para el cuaje, en especial en suelos con pH alcalino y arenosos, sin embargo es común encontrar cantidades importantes de boro en las aguas de riego. Los niveles de boro en agua, no deben pasar 1 ppm (partes por millón).
Los síntomas visuales de intoxicación aparecen cuando el nivel de boro, en hoja, es de 200 ppm o más.
El boro es muy versátil a la hora de elegir la forma de corregir la deficiencia. Tanto las pulverizaciones foliares o a suelo, como las aplicaciones vía fertirriego se han demostrado efectivas. En caso de hacerlo por fertirriego se recomiendan 100 a 110grs de boro elemento, por aplicación de 2 a 4 veces en el año comenzando en primavera y espaciando aplicaciones 15 días. Vía suelo se recomiendan 15grs de boro elemento por planta. En cuanto a las aplicaciones foliares, también se recomiendan 2 a 4 pulverizaciones por año, de 100grs de boro elemento cada una, espaciadas 15 días y comenzando 15 a 20 días antes de la floración.
Se recomienda no aplicar más de 450grs de boro por hectárea y por año.
Consideraciones finales
En resumen, la base del establecimiento de un programa nutricional en vid depende de varios factores:
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Zona
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Tipo de suelo
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Variedad
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Sistema de conducción
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Sistema de poda
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Sistema de riego
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Objetivo final de la producción, etc.
Es fundamental comenzar con un buen diagnóstico. Para ello, el análisis de suelo es la herramienta adecuada para conocer en que estado inicial se encuentra, detectar deficiencias estructurales y estimar la ocurrencia de deficiencias que puedan inducirse de acuerdo a los distintos parámetros evaluados.
El análisis de tejidos (peciolos y/o láminas) nos permite conocer el estado general del cultivo, por lo que la utilización de esta herramienta es la forma más práctica de ir monitoreando la evolución del cultivo, desde el punto de vista nutricional, año a año, lo que nos permitiría ajustar la nutrición llevado adelante originalmente.
El mejor diagnóstico que pueda hacerse, sea suelo o tejidos, dependerá de la cantidad en la toma de muestra y en la interpretación posterior a los resultados. Ningún laboratorio puede mejorar la calidad de la muestra tomada.
El crecimiento de los distintos órganos de la vid se producen en forma secuencial en el tiempo, por lo que la demanda por nutrientes es casi constante. Deben aportarse los nutrientes en forma balanceada, teniendo en cuenta la fisiología de la planta y los momentos críticos de mayor requerimiento.
Ejemplo:
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Crecimiento vegetativo N, Zn
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Crecimiento radicular N, P
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Floración P
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Cuaje: N, P, Ca, B, Zn
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Fotosíntesis N, P, Mg, Fe, Mn, Zn, Cu
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Llenado de Bayas P, K, Mg, S, B, Mo
La implementación del mejor programa nutricional no llevará a los mejores resultados, si no se trabaja de la misma forma respecto de las otras prácticas culturales importantes como la poda, el riego y el manejo de las cuestiones sanitarias.