Seguimos con las leguminosa y ahora hablaremos sobre la soya, también conocida como soja en algunos países de Sudamérica, Glycine max. Esta es originaria del Extremo Oriente (China, Japón, Indochina), aunque actualmente se comercializa en todo el mundo debido a sus múltiples usos. Se tienen restos de su existencia en China desde hace más de 5.000 años; mientras que su consumo en el resto del mundo data de apenas unos 100 años. Esta es una planta anual, cuyos frutos son legumbres de hasta 7 cm de longitud con una a cuatro semillas en su interior. Las temperaturas óptimas para su desarrollo están comprendidas entre los 20 y 30°C.
Esta se caracteriza por su alta concentración de proteínas y lípidos. En general las leguminosas son excelentes fuentes de proteínas, pero no de lípidos, aunque ya vimos que el cacahuate también es una excelente fuente de lípidos. Por miles de años, la soya ha servido como una de las principales fuentes de proteína en la dieta de las culturas orientales, y se le puede encontrar en una variedad de alimentos tradicionales, tales como la leche de soya, el tofu, el miso, la soya verde, el germinado y el tempech, entre otros. La soya se usa como alimento para humanos y animales, y hoy en día, las personas vegetarianas y veganas consumen una gran variedad de productos de soya como alternativa a los alimentos de origen animal.
Los productos modernos con proteína de soya incluyen la harina, que pueden ser desgrasadas, los concentrados, los aislados y los texturizados. La harina es el producto con menor procesamiento, ya que simplemente se elabora con la molienda de la pasta desgrasada o del frijol descascarillado. El concentrado se elabora mediante la extracción con alcohol-agua o por lixiviación en medio ácido de la harina desgrasada, y se remueven los carbohidratos solubles y el producto final contiene alrededor de 70% de proteína. El aislado se produce con la extracción alcalina de la harina seguida por la precipitación en un pH ácido; este producto es el más refinado con la remoción tanto de carbohidratos solubles como insolubles, y con un contenido de proteína de hasta 90%.
En el vertiginoso mundo agrícola actual, donde la eficiencia y la calidad son factores determinantes para el éxito, el uso de maquinaria de alta tecnología en la etapa de postcosecha se erige como un pilar fundamental. Esta fase crucial, que abarca desde la recolección hasta el almacenamiento y procesamiento de productos agrícolas, demanda innovación y precisión para maximizar la productividad y minimizar las pérdidas. En este contexto, la adopción de tecnologías avanzadas se vuelve imperativa para enfrentar los desafíos de un mercado cada vez más competitivo y exigente.
Una de las principales ventajas de la maquinaria de alta tecnología en la postcosecha radica en su capacidad para optimizar los procesos, reduciendo los tiempos de manipulación y almacenamiento. Equipos como clasificadoras electrónicas de frutas y verduras, sistemas de enfriamiento rápido y cámaras de atmósfera controlada permiten mantener la frescura y prolongar la vida útil de los productos, minimizando pérdidas por deterioro y aumentando su valor comercial.
La precisión es otro factor determinante que destaca en la maquinaria de alta tecnología. Los sistemas de selección y empaquetado automatizados garantizan una clasificación uniforme y de alta calidad, lo que resulta crucial para cumplir con los estándares de los consumidores y satisfacer las demandas del mercado. Además, la aplicación de tecnologías como la inteligencia artificial y el aprendizaje automático permite realizar análisis predictivos y optimizar los procesos de gestión de inventario y distribución, mejorando la eficiencia operativa y reduciendo costos.