De acuerdo con cifras del INEGI, en mayo del 2010 el Indice Global de Actividad Económica creció a una tasa de 8.85%, la mayor tasa anual de crecimiento desde marzo de 1998. Las actividades agropecuarias tuvieron un incremento del 9.2% gracias al incremento en la superficie sembrada durante el ciclo primavera-verano, en cultivos como el maíz, chile, limón, papaya, caña de azúcar y tomate, entre otros.
No obstante, el crecimiento de los pasados meses de abril a mayo ha sido menor con respecto del crecimiento observado durante los 3 primeros meses del año y, según los especialistas, el crecimiento en los dos últimos trimestres del año 2010 serán más modestos.
¿Qué vas a hacer? Qué estrategias seguir para enfrentar los escenarios que se nos aproximan inexorables para lo que queda del año del bicentenario 2010, para el 2011 y el siguiente año 2012 lleno de incógnitas?
Hago estas preguntas porque apenas comenzamos a salir de la terrible crisis económica que se inició durante septiembre del 2008 en Estados Unidos; en aquel entonces no llegamos a medir la dimensión de la catástrofe; valga la comparación, como si nos hubiese azotado un gran terremoto o una guerra (toco madera en ambos casos), que nos abatió con dureza en el año 2009.
Debemos pensar en términos de escenarios; uno optimista, otro realista y al final uno pesimista.
Un escenario optimista pudiera ser que el crecimiento económico y el ambiente fuera propicio desde hoy, hasta el 2012 y más allá. Uno realista que nos permita terminar el 2011 de forma satisfactoria y enfrentar un panorama de incierto y de elevado riesgo en el 2012 por los acontecimientos políticos de México y de una posible recaída en la economía mundial. El pesimista sería que desde el mismo año 2011 el crecimiento se retrasara y o se detuviera en términos no mayores a un 1% anual, por circunstancias locales y globales que afectaran seriamente el entorno de los negocios y los mercados.
Ante tales circunstancias debemos trazar planes de contingencia que nos permitan aprovechar las oportunidades ante un escenario optimista: desarrollar nuevos productos y servicios, atraer talento nuevo a la organización, crecer mediante fusiones, ampliar la presencia en nuevos puntos de la geografía, diversificar nuestra presencia en los mercados nacionales e internacionales (no pensemos únicamente en los Estados Unidos). Un escenario realista nos conmina a estabilizar las finanzas de la empresa, mejorar la eficiencia operativa, inversiones que sean redituables en el corto plazo. Ante un escenario pesimista debemos de actuar con gran cautela: reducir niveles de apalancamiento financiero, conservar a los mejores clientes, reducir gastos y riesgos innecesarios, no hacer inversiones que no sean indispensables.
Recordemos que los países asiáticos siguen determinados en crecer y dominar diversos mercados de manufacturas y productos de tecnología media; probablemente en los próximos años los veamos compitiendo con productos de alta tecnología; año con año estos países tendrán mayores ingresos y, si estos se distribuyen de manera más o menos equitativa, estarán preparados para adquirir más productos que nuestro sector agroalimentario e industrial podrá proveerles (alimentos frescos, procesados, comidas preparadas y productos de delicatesen).
Observemos los signos de los tiempos (tal y como se hace al alzar los ojos para mirar el cielo, y bajar la vista y posarla en el internet para verificar el meteorológico); estemos preparados, con agilidad para tomar decisiones y hacer cambios pertinentes en el momento que juzguemos adecuado realizarlos.
Al final cualquiera de los escenarios se presentaran en uno u otro momento, cada quien decide en su circunstancia vivirlos o sufrirlos. Es como estar bajo la lluvia, uno puede cubrirse para no mojarse o bailar y disfrutar del aguacero. Y tú ¿qué vas a hacer?
Jorge Segovia Fernández/Ing. Agrónomo
Socio Director de Media Hunters México
Consultores en Recursos Humanos y Negocios
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