Las bacterias del género Burkholderia son cruciales para el desarrollo de los cultivos: promueven en las plantas la asimilación de nitrógeno de la atmósfera (un elemento clave para su crecimiento), y las defienden de patógenos al reforzar el sistema inmune vegetal, entre otras ventajas.
Ahora, científicos del Conicet, de la Fundación Instituto Leloir (FIL), de las Universidades Nacionales de Quilmes (UNQ) y de La Plata (UNLP) y de otros centros de investigación de la Argentina demostraron que las malas prácticas agrícolas, como la alta dominancia de la soja en el esquema de cultivos, elevados usos de agroquímicos y fertilizaciones desbalanceadas reducen la diversidad de especies del género de bacterias Burkholderia.
Por el contrario, “los esquemas de Buenas Prácticas Agrícolas (alta rotación de cultivos, presencia de cultivos de cobertura en invierno, fertilizaciones balanceadas y un uso discreto de agroquímicos) son capaces de conservar una mayor cantidad de especies de Burkholderia, lo cual, en parte, puede sostener los mayores rendimientos de los cultivos, así como la sustentabilidad de los agrosistemas”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir Walter Draghi, primer autor del estudio realizado como parte de su trabajo de posdoctorado bajo la dirección de la doctora Ángeles Zorreguieta, jefa del Laboratorio de Microbiología Molecular y Celular de la FIL e investigadora del Conicet.
Tal como revela la revista Plos One, los investigadores llegaron a estos resultados tras analizar muestras de suelo trabajados bajo los dos esquemas de manejo en cuatro locaciones ubicadas en una de las principales zonas de producción de cultivos de nuestro país: Monte Buey y Bengolea, en Córdoba; Pergamino, en Buenos Aires, y Viale, en Entre Ríos.
El estudio refuerza la idea de que “los manejos sustentables de los sistemas de cultivos son necesarios tanto desde un punto de vista ecológico de los suelos como también desde el punto de vista productivo, ya que dichas prácticas generan mayores rendimientos de cultivos”, destacó Draghi, quien también es investigador del Conicet y trabaja actualmente en el Instituto de Biotecnología y Biología, que depende del Conicet y de la UNLP.
La investigación formó parte del proyecto interdisciplinario denominado “Biología del suelo y producción agropecuaria sustentable” (Biospas), un proyecto de áreas estratégicas de nuestro país, que contó con el apoyo de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, y cuyo objetivo ha sido desarrollar conocimiento sobre nuevos indicadores de calidad y de salud del suelo sobre la base de sus propiedades biológicas, químicas y físicas.
Nueva revolución verde
“La agricultura se enfrenta a un cambio de ideas y a una nueva revolución verde, donde el suelo deja de ser un soporte físico para las plantas y un proveedor de nutrientes que se pueden reponer por fertilizantes químicos, para pasar a ser un sistema complejo, vivo, que correctamente manejado permite producir alimentos y bienes en forma amigable con el ambiente y el cuidado de nuestro planeta”, explicó otro de los autores del estudio, el doctor Luis Wall, director de Biospas, investigador del Conicet y jefe del Laboratorio de Biología de Suelos del Departamento de Ciencia y Tecnología de la UNQ.
Del trabajo también participaron Magalí Bialer, Patricia Abdian y Alfonso Soler-Bistué, de la FIL; José Degrossi, de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, y Graciela Brelles-Mariño, del Centro de Investigación y Desarrollo en Fermentaciones Industriales (Cindefi, Conicet-UNLP).