Tanto las vidas como los medios de subsistencia corren peligro a causa de esta pandemia.
Aunque en algunos países la propagación de la pandemia se ha ralentizado y los casos están disminuyendo, en otros, la COVID-19 está resurgiendo o sigue propagándose rápidamente. Se trata todavía de un problema mundial que requiere una respuesta a nivel global.
Sabemos que al final retrocederá, pero no sabemos cuán rápido sucederá. También sabemos que esta situación es algo fuera de lo común, ya que afecta a elementos importantes tanto en el suministro como en la demanda de alimentos.
Nos exponemos a una crisis alimentaria inminente a menos que se adopten rápidamente medidas para proteger a los más vulnerables, mantener activas las cadenas mundiales de suministro de alimentos y mitigar los efectos de la pandemia en el sistema alimentario.
Los cierres de fronteras, las cuarentenas y las interrupciones de los mercados, la cadena de suministro y el comercio están limitando el acceso de la población a fuentes de alimentos suficientes, diversas y nutritivas, en especial en los países afectados duramente por el virus o que ya sufrían niveles elevados de inseguridad alimentaria.
Pero no hay necesidad de que el mundo caiga en el pánico. A nivel global, hay suficientes alimentos para todos. Los responsables políticos de todo el mundo deben tener cuidado de no repetir los errores cometidos durante la crisis alimentaria de 2007-08, y hacer que esta crisis sanitaria se convierta en una crisis alimentaria totalmente evitable.
La FAO está especialmente preocupada por el acceso de las poblaciones a los alimentos a medio y largo plazo. La fuerte desaceleración de todas las economías del mundo y en particular de las más vulnerables -ya que las tasas de desempleo han aumentado y las repercusiones económicas de la COVID-19 se sentirán más- hará que los países, en especial los que dependen de las importaciones de alimentos, tengan dificultades para disponer de los recursos necesarios para comprarlos. A su vez, como la demanda de alimentos disminuirá en los próximos meses, los precios deberían bajar en 2020, lo que tendrá un impacto negativo en los agricultores y el sector agrícola.
Por el momento, las perturbaciones han sido mínimas, ya que el suministro de alimentos ha sido adecuado y los mercados se han mantenido estables. Sin embargo, ya hemos visto dificultades a nivel de cuellos de botella logísticos (no poder trasladar alimentos del punto A al punto B), que a mediados de abril- se habían resuelto en su mayoría, aunque es probable que estén llegando al mercado menos alimentos de elevado valor (es decir, frutas y hortalizas).
En mayo, esperamos interrupciones en las cadenas de suministro alimentarias, en especial en productos de elevado valor (frutas, hortalizas, carne, pescado, lácteos, etc). Por ejemplo: las restricciones de movimientos -así como el comportamiento primario de rechazo de los trabajadores-, pueden impedir a los campesinos realizar las tareas agrícolas y a los procesadores de alimentos -que manejan la gran mayoría de los productos agrícolas- dedicarse a la elaboración. La escasez de fertilizantes, medicamentos veterinarios y otros insumos podría afectar a la producción agrícola. El cierre de restaurantes y la menor frecuencia de compras de comestibles reducen la demanda de productos frescos y pesqueros, lo que afecta a productores y proveedores. La agricultura, la pesca y la acuicultura son sectores que se ven especialmente afectados por las restricciones al turismo, el cierre de restaurantes y cafeterías y la suspensión de los almuerzos escolares.
En cualquier escenario, los más afectados serán los segmentos más pobres y vulnerables de la población (incluidos los migrantes, desplazados y los que padecen conflictos). Los países que viven crisis prolongadas sufren también de inversiones insuficientes en la sanidad pública, lo que amplificará los efectos de la pandemia.
Fuente: FAO