agricultura_sustentable“ … Creemos que la solución está en tomar lo mejor de cada una de ellas y aplicarlas en forma “bio-racional”, de modo que hagan una sinergia positiva en lafisiología de nuestras plantas…”

En los albores del Siglo 21 la humanidad enfrenta enormes desafíos de cuya solución depende nuestra supervivencia futura. En materia de producción de alimentos la problemática incluye: disminución mundial creciente de la superficie agrícola per capita, considerables y constantes pérdidas de suelo productivo por erosión y mal manejo, disminución de la fertilidad de los suelos por sobreexplotación, reducción en la disponibilidad de agua para riego agrícola, agotamiento del potencial genético de los principales cereales para incrementar sus rendimientos, y el calentamiento global.

Recientemente una nueva tendencia en las preferencias alimentarias ha promovido el interés en una nueva filosofía de la producción agrícola: la agricultura orgánica. Con todo y las ventajas, tanto ambientales como de seguridad en la inocuidad de los alimentos que se consiguen a través de la agricultura orgánica, sería muy arriesgado pensar que en el corto o mediano plazo esta novel tecnología pueda substituir a la agricultura tradicional. Esto es, a la agricultura de la “revolución industrial” y de la “revolución verde”, altamente demandante de recursos energéticos y naturales, agresiva al ambiente; pero comparativamente, mucho más rendidora.

Ante el dilema de producir alimentos más sanos y menos impactantes al ambiente y los recursos naturales, y el de suministrar los alimentos suficientes para una hambrienta y creciente población humana, en forma perjudicial para el ambiente y la salud pero por ahora efectiva, la agricultura sustentable representa justo una posición intermedia que luce no sólo muy atractiva, sino perfectamente plausible en el corto plazo.

Agricultura y producción de alimentos

En el período Neolítico hace 7 o 10 mil años tuvo lugar el descubrimiento de la agricultura. La llamada “Revolución Agrícola del Neolítico” permitió a nuestros ancestros cambiar sus hábitos nómadas y de alimento, por una vida sedentaria establecida de seguridad y bienestar. El trigo, la cebada, el maíz, la avena, el frijol, los chícharos, la papa y el camote; animales como el perro, el caballo y los rumiantes, fueron domesticados en esa etapa, esta evolución y el desarrollo de tecnologías de producción agrícola, pobló al mundo.

Hacia 3,000 a.C. los sumerios en la antigua Mesopotamia utilizaron por vez primera sistemas de riego en sus campos de cultivo, incrementando su productividad agrícola. Paradójicamente, al crecer su población y moverse hacia suelos marginales con aguas salobres, ocasionaron el ensalitramiento de los suelos, lo que condujo al colapso de su civilización. Los romanos practicaban la rotación de cultivos alternando cereales y leguminosas con un ciclo de descanso; pero a pesar de ello la pérdida de elementos como el fósforo, potasio y calcio continuó en sus campos de cultivo, ocasionando hambrunas y migración. Hacia la Edad Media los señores feudales europeos imponían a sus súbditos combinar la agricultura con la cría de animales para reponer nutrientes al suelo. De la Europa Medieval data también el uso del carbonato de calcio (CaCO3) para contrarrestar la acidez de los suelos, y el imprescindible descubrimiento de Lawes, quien inventó y patentó en 1842 la síntesis química del superfosfato triple (P2O5).

Las bases de la química de suelos fueron establecidas a mediados del siglo 19 por Von Liebieg y Lawes. Más tarde, Fritz Haber (1909) y Kart Bosch (1913) inventarían la síntesis del amoníaco, revolucionando la ciencia de los fertilizantes. A la par de estos avances, el redescubrimiento de las leyes de la herencia de Gregor Mendel en los 1900’s, y la teoría de la evolución de Charles R. Darwin, pusieron a los científicos en el camino de la mejora genética de las plantas y animales domésticos. Epopeya que culminó hacia la década de los años 60’ con el surgimiento de la “Revolución Verde”, cuyo principal motor, el norteamericano Norman Borloug, recibió en 1970 el Premio Nobel de la Paz por sus logros en pro del combate al hambre de los pueblos.

Agricultura convencional

La agricultura convencional (llamada también industrializada) es una agricultura no sólo de gran inversión económica de insumos (fertilizantes, plaguicidas, maquinaria, riego, etc.), sino también crecidamente insostenible por manejar semillas con una diversidad genética muy reducida y de alto impacto ambiental negativo, así como una intensa mecanización. Sea como fuere, hoy no podríamos fácilmente prescindir de ésta, pues dependemos mundialmente debido a sus rendimientos comparativamente mucho más altos, que los logrados con otro tipo de agricultura; como la agricultura orgánica o la agricultura de subsistencia. Actualmente, se estima que el 70% del aporte energético para el sustento de la civilización moderna lo aportan los cereales:

ABASTECIMIENTO MUNDIAL DE ALIMENTOS (MATERIA SECA ASIMILABLE*). COSECHA 1998.

  • CEREALES - 70% (maíz: 22%, trigo: 21%, arroz: 16%, otros: 11%)

  • PRODUCTOS ANIMALES - 8%

  • RAÍCES Y TUBÉRCULOS - 7%

  • CAÑA DE AZÚCAR - 6%

  • LEGUMINOSAS Y OLEAGINOSAS - 4%

  • HORTALIZAS - 3%

  • FRUTAS - 2% *Las cifras pueden variar según el o los autores.

Agricultura orgánica

La Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), define la agricultura orgánica como “Un sistema holístico de gestión de la producción que fomenta y mejora la salud del agro ecosistema, y en particular la biodiversidad, los ciclos biológicos y la actividad biológica del suelo.” Además, de acuerdo con esta organización, “los sistemas de producción orgánica se basan en normas de producción específicas y precisas, cuya finalidad es lograr agroecosistemas óptimos que sean sostenibles desde el punto de vista social, ecológico y económico. En el intento de describir más claramente el sistema orgánico se usan también términos como "biológico" y "ecológico". Los requisitos para los alimentos producidos orgánicamente difieren de los relativos a otros productos agrícolas, en el hecho de que los procedimientos de producción son parte intrínseca de la identificación y etiquetado de tales productos, así como de las declaraciones de propiedades atribuidas a los mismos.” Además, de acuerdo con la misma fuente de información, la agricultura orgánica “aumenta la capacidad de adaptación de las economías agrícolas. La demanda de alimentos y fibras de producción orgánica por parte de los consumidores y la exigencia de un desarrollo más sostenible que plantea la sociedad, ofrecen nuevas oportunidades a agricultores y empresas de todo el mundo.”

Agricultura Convencional vs. Agricultura Orgánica

En uno de sus artículos, el autor Fernando de Lucia Ocaña realiza un análisis comparativo entre estos dos sistemas de producción agrícola. Entre la lista de ventajas y desventajas de ambos, destacan a favor de la agricultura orgánica: el uso racional de insumos naturales y materias primas orgánicas, el control de plagas por medios biorracionales y manejo integrado, mayor calidad sanitaria y nutricional de los alimentos, y menores subsidios y proteccionismos. En tanto que sus desventajas mayores son: la menor producción por unidad de superficie, el alto precio de los productos y el hecho de que se requiere de una certificación para su control. Al menos en lo que concierne a la parte ambiental y consumo de energía, el balance final definitivamente es su fuerte, pero si se compara con la producción masiva de granos que se requiere para alimentar la población mundial, está en pérdida.

Agricultura sustentable

Mucho se ha polemizado sobre la agricultura convencional y la agricultura orgánica. Se toma en cuenta el factor ambiental por una parte, pero por otra se gira en torno al potencial económico de cada una de éstas. Con mucha frecuencia tales discusiones han sido hechas con criterios sesgados que imponen las demandas y “modas” del momento de los países industrializados, pero sin tomar en cuenta las necesidades alimentarias del resto de los países medianamente transformados (México entre ellos), o los que están en vías de desarrollo. La realidad es que por el momento no es posible prescindir ni de un tipo de agricultura, ni del otro, y no queda más remedio que combinar de manera inteligente ambos sistemas.

Nuestro futuro en materia de alimentos

¿Qué nos espera como humanidad en los siguientes años de este siglo? ¿No sería más racional aprovechar lo mejor de la tecnología que hemos sido capaces de generar con el esfuerzo de muchos científicos de los últimos cien o doscientos años? ¿Por qué necesariamente debería de ser lo uno o lo otro: la agricultura tradicional o la orgánica? ¿No subsistió el ser humano durante milenios trabajando “con” la naturaleza y no “contra” la naturaleza? A veces en el transcurso de la historia, el hombre se ha ensoberbecido por sus “descubrimientos” científicos creyéndose “dueño de la naturaleza”.

Sin embargo, la historia se ha cansado de enseñarnos que aún estamos en “pañales” respecto al conocimiento de la naturaleza en la que, y de la cual vivimos. El hecho es que muchos de nuestros “descubrimientos” científicos en materia de agricultura y manejo de agroecosistemas, últimamente nos han venido a demostrar que la naturaleza ya se nos había adelantado en la solución sostenible de diversos problemas. Tomemos como ejemplo el caso de fertilidad de los suelos agrícolas, los cuales no la pierden una vez que el ecosistema alcanza su estabilidad, pues los nutrientes se reponen al ciclarse la materia; esto, a través de los cadáveres y restos de plantas y animales.

En vista de esta situación, ¿por qué no aprovechar lo que vamos entendiendo de nuestra naturaleza y lo aplicamos juiciosa y sabiamente, y no en forma soberbia y desmedida? Pensamos seriamente que la solución no está ni en la agricultura orgánica, ni en la agricultura “científica” convencional por sí solas. Creemos que la solución está en tomar lo mejor de cada una de ellas y aplicarlas en forma “bio-racional”, de modo que hagan una sinergia positiva en la fisiología de nuestras plantas, sin descuidar nuestros recursos naturales y el medio ambiente.

Lo importante aquí es aprovechar al máximo la capacidad genética de nuestros vegetales y asociar los materiales técnicos orgánicos y los químicos convencionales, a fin de obtener los máximos rendimientos de “productos sanos”, de acuerdo a la capacidad genética de los cultivos. ¿Cómo es posible tener maíces con una capacidad genética de 10-15 ton/ha, y producir apenas 1-2 ton/ha? Si bien, no es cierto que los materiales técnicos bioorgánicos (aceleradores fotosintéticos, oligosacáridos, biofertilizantes en base a bacterias y micorrizas, alga-enzimas, repelentes, controles biológicos de plagas y enfermedades, compostas y vermicompostas, la rotación de cultivos con leguminosas, etc.) encarezcan los costos de producción o afecten económicamente al productor.

¿Han efectuado alguna vez, un análisis de la relación costo–beneficio por la utilización de estos materiales técnicos? La respuesta más frecuente es “no”. Sólo se ha tratado de descalificar sin conocimiento los intentos de una tecnología económica y amigable con el medio ambiente. Todos estos materiales técnicos han demostrado su bondad durante muchos años. ¿Y qué pasa si los utilizamos con una buena fertilización mineral basada en los resultados de análisis de suelos y agua? ¿Y si dosificamos nuestra fertilización químico-mineral y la lámina de riego de acuerdo a los requerimientos del cultivo y su etapa de desarrollo fenológico? ¿Es la fertilización químico-mineral “mala”? ¡Por supuesto que no! ¿Son los pesticidas malos en la agricultura? ¡No!

¿Ha sido la “Revolución Verde” mala? Claro que no. Los malos hemos sido los técnicos que no respetamos los fundamentos tecnológicos en la aplicación de químicos y hemos adoptado el paquete tecnológico que se utilizó en el noroeste (en el trigo) como una “receta casera” para aplicarla por igual en cualquier región del país y con cualquier cultivo; sin tomar en cuenta los aspectos agronómicos como: la relación agua–suelo–planta–medio ambiente, los principios ecológicos de sostenibilidad de los ecosistemas, etc. Ahí tenemos las consecuencias con la depredación de miles de hectáreas que ya no producen ni con 100 ni 500 kilogramos, ni con una ton/ha de fertilizante químico-mineral. ¿Por qué razón?, pues porque ya los suelos ensalitrados no tienen respuesta a la fertilización, por lo que estos suelos deberían de ser sujetos a tratamientos de recuperación.

Reflexión final

En resumen, hemos abusado de nuestros recursos productivos: el agua y el suelo, hemos abusado del uso de agroquímicos, hemos modificado irreversiblemente los ecosistemas naturales y alterado considerablemente nuestros agroecosistemas. En materia de agroquímicos (plaguicidas y fertilizantes en particular), debemos aclarar de que no estamos en contra de la utilización de estos materiales, sólo estamos en contra del uso irracional de ellos.

Hemos encontrado cultivos con todos los síntomas de virosis, hojas “enchinadas” y los tallos retorcidos, sólo para averiguar más tarde que se trataba de una intoxicación por el exceso de uso de agroquímicos. ¿Se imaginan dos a tres aplicaciones semanales de verdaderas “bombas” sobre una planta en desarrollo? ¿Se imaginan los efectos de estos cócteles sobre la microflora y fauna de los suelos y los efectos sobre el ser humano? ¿Cómo se encontrarán los trabajadores en invernaderos?

Partamos de la premisa de que todos los materiales técnicos, ya sean orgánicos o sintéticos son buenos sabiéndolos utilizar. El productor debe de informarse de los adelantos técnicos científicos para no quedar en manos de comerciantes “depredadores” del ambiente y de las ganancias económicas. Asimismo, los gobiernos, los investigadores, las instituciones de enseñanza superior y la sociedad, deberíamos esforzarnos en difundir los adelantos que beneficien al campo y a los campesinos. Debemos apostar por una agricultura sustentable basada en un mejor conocimiento de la naturaleza y sus principios de sustentabilidad, apoyando la ecología y la economía de nuestros productores.

GRUPO BIO – ORGÁNICOS DEL NORTE,

S.A. DE C.V.

Ing. Luis E. de Armero T.

Lic. Luis A. de Armero A.

Dr. Luis O. Tejada M.

Dr. Enrique Aranda H.

Tel. Fax: (81) 83-58-77-05

E-mails: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. y Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

www.gbio-orgamicos.com



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